Pocas sensaciones se parecen a esta, ¿verdad? Puedo
diferenciar perfectamente donde empieza y termina mi alma. Cada segundo no es
más que una amenaza de muerte, porque tú, tú ya te has marchado.
Vuelvo a casa caminando, despacio, mirando mis pies, ya que no
tengo el valor suficiente ahora mismo para levantar la cabeza y sentirme
fuerte. Y de pronto, empieza a llover. Ni si quiera voy a correr, ya no hay
prisa, ya no hay tiempo. Y es justo en este instante cuando se me ocurre, que
ya nada será igual.
Abro a oscuras la puerta, con un dedo, pero bajo ningún
concepto encenderé luz alguna, no ahora, porque estoy enfadada con dios, y aunque no tenga culpa, me castigo con rabia en este pozo sin fondo para que nadie descubra qué ha sido de mi.
Una vida se desploma
mientras un avión despega. Puedo ver
como el cielo se enciende y mis ojos se apagan.
Así que ya es de día ¿lo es? Supongo que sí… la luz se cuela entre las rendijas de la ventana y me
pregunto, si es cierto que sobreviví a la primera noche de muchas que seguirán.
La comida no sabe a nada. Me contaron que el hambre también
se ha ido. Eso sí, él volverá cuando la vida siga, y no me quedará más que
alimentarme como lo hace el resto. Odio al resto, hacen cosas que yo no puedo.
Ya pasaron años. Algo más de dos, y puedo contarlo. Eso me digo siempre. Todavía
sigo desayunando con una silla vacía. Siempre sobran tostadas y es que he hecho
comida para dos otra vez.
Me di un abrazo y decidí salir a comprar.
Imagino tu cara mirándome mientras te pregunto si debo comprármelo y
directamente, veo una sonrisa que me invento y echo ese vestido a la
bolsa. Así funciona todo. He creado un
universo paralelo donde me miento a todas horas. Sin piedad ni gloria, esa es
toda la verdad. Que pueda tocarte o no, eso es otra historia. Que vives conmigo, de eso no te quepa la menor duda.
Buenas noches, yo también te quiero.