Mi mundo burbuja y los que están dentro de él...

sábado, 26 de febrero de 2011

Un paseo hacia ningún lugar...

Había paseado mil veces por aquellas calles.
Es extraño, por más que lo hacía siempre creía descubrir algo nuevo. Me gustaba esa sensación. Miraba a cualquier parte y  todo sonaba diferente y apasionante.
Cuando te fijas bien, te das cuenta de la cantidad de cosas que habías pasado por alto.
No hacía demasiado frío, y salí a enfriar mis ideas.
Estaba sola, como aquellos árboles, cada uno de su padre y de su madre, colocados en ese lugar por puro azar.  Eran enormes, altísimos, casi tocaban el cielo. Eternos.
Llevaban ahí media vida, plantados. Alguien se había encargado de regarlos cada día, de cuidarlos. En los últimos años habían dado un buen estirón.
Aunque la eternidad es más efímera de lo que un día creí.
Mientras caminaba, algunas vidas se cruzaban. Me preguntaba como sería conocer a una de esas, si tendrían alguna historia que contar, o simplemente si en la nada, había también algo eterno.
Entonces tropecé.
Estaba perdido, conocía la cuidad , pero no se encontraba.
Como si la partida acabase de empezar y él, solo tuviera una carta.
Me doblaba en primaveras, era amable, y por su forma de hablar, parecía muy sabio.
¿Qué iba yo a enseñarle?
Había sido un ganador, un triunfador sin trofeo.
Sin apenas haber dado dos pasos, me había convertido en una oyente omnubilida. A veces, olvidaba parpadear.
Las hojas caían a nuestro lado, y se posaban suaves sobre las aceras.
Anduvimos despacio.
Por un momento quise quedarme allí hasta mis 63.
No lograba comprender qué le tenía tan desconcertado.
Por un instante, todo se quedó en silencio. Solo se oían nuestros pasos.
Ya no pasaban los coches.
Miré entonces hacia arriba y hallé la respuesta.
Nadie le pregunto a ellos si deseaban deshacerse de sus hojas, ni de lo que podían sentir por ellas. Sin aviso previo caían delante de sus ojos, una tras otra. ¿A quien? ¿A quién le importaba? ¿ Acaso alguien se había fijado? Seguramente, no.
Lo cierto es, que así era.
Lo efímero es eterno.
Pronto comprendí lo que a él le ocurría. Había estado toda la vida buscando lo eterno, lo verdadero y de un plumazo se lo llevó el otoño.
¿A quién? A nadie, pero así es.
Comenzó a llover, y pronto nuestra ropa quedó empapada, pero eso no importó. Pronto pararía y si no...¿A quién? a nosotros no, sólo queríamos estar allí y allí estuvimos.

2 comentarios:

  1. Cuando te fijas bien, te das cuenta de la cantidad de cosas que habías pasado por alto, y que ahora eres capaz de mirar con otra óptica.

    Y no sólo con las cosas.

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  2. Precioso,no se como llegue a este blog pero sin duda me conmovio tu relato

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